Como nos han contado en la página anterior, el centro de gravedad ya no es permanente, está cambiando. La sociedad está cambiando. La enseñanza y el aprendizaje no pueden aislarse. La cultura de los libros es importante, pero el sistema educativo está, paulatinamente, dejando de ser formal y empieza a abrirse a nuevos usos sociales que han evolucionado y han hecho evolucionar la comunicación dando lugar a una serie de cambios tecnológicos que han supuesto profundos cambios en la creación, gestión y distribución de la información y frente a los cuales, no se puede permanecer ajenos. ¿Por qué? Pues porque en este contexto los alumnos en nuestas aulas están cambiando, los jóvenes han re-aprendido a crear y distribuir el conocimiento casi como antaño, en gran medida como resultado de sus experiencias con la tecnología fuera de la escuela. Las redes sociales son parte de este nuevo panorama social y educativo.
¿Quién no recuerda el video de Bridger, un niño de 2 años jugando/aprendiendo con un iPad? ¿No es impresionante la precisión y exactitud con la que sabe manejar ya la nueva tecnología? Aunque, como profesora, lo que yo me planteo es ...
- ¿Como está aprendiendo a aprender?
- ¿Desarrolla diferentes estrategias a las estrategias que le exigirá en su futuro la educación tradicional?
- ¿Qué nuevas destrezas adquiere de manera automática?
- ¿Qué entrena sin ni siquiera darse cuenta?
- ¿Cómo serán en el futuro o quizás cómo son ya nuestros estudiantes?
La diferencia entre nativos y emigrantes digitales se ha reducido considerablemente, tanto que para definir las destrezas de las personas en este área, Marc Prensky acuña el término de sabiduría digital refiriéndose a su Homo Sapiens Digital. Justo por eso, hoy en día también la diferencia tecnológica entre alumnos y profesores es menos relevante que hace 10 años, en parte gracias a que los nuevos profesores pertenecen a la Millennial Generation. A pesar de ello, es un hecho que las aulas siguen siendo un lugar donde impera la enseñanza tradicional y que funciona, según las palabras de Roberto Aparici en la introduccion a Conectados en el espacio, "como si se tratara de la producción en cadena de una fábrica".
Sobre esta situación, Marc Prensky, en su libro Enseñar a nativos digitales dice:
"Los alumnos de hoy quieren aprender de manera diferente al pasado. Quieren formas de aprender que tengan significado para ellos, métodos que les hagan ver (de inmediato) que el tiempo que pasan en su educación formal tiene valor, y formas que hagan buen uso de la tecnología..."
Habla del aprendizaje activo o bien la coasociación, por la que los niños aprenden actuando y descubriendo el nuevo mundo, mientras que los adultos ya no actúan como expertos que poseen más conocimientos que ellos. Pero entonces, ¿qué papeles tenemos los profesores en este nuevo paradigma? Pues deberíamos ser guías, orientadores y sobre todo facilitadores que:
- hacen preguntas,
- proporcionan contextos de aprendizaje,
- garantizan rigor,
- evalúan la calidad,
- ayudan a crear, a investigar, a recabar información, a tomar decisiones,
- ponen las bases para colaborar y también para trabajar de manera individual
¿Es todo esto una novedad? Aunque hace tiempo que se viene hablando de enseñanza centrado en los alumnos, realmente en la actualidad los sistemas de educación formales siguen priorizando, como sostiene Cristobal Cobo hablando sobre Aprendizaje invisible, "la estandarización, la uniformidad y la parametrización" y lo esencial en el aprendizaje sigue siendo invisible a la educación formal. Aunque las nuevas generaciones se hayan reapropiado de esta segunda oralidad, las competencias que adquieren y desarrollan permanecen ocultas para nuestro sistema educativo.
Por eso es indispensable potenciar las redes sociales en la enseñanza ya que son parte importante de ese entorno natural e informal de pantallas en el que los jóvenes sitúan la adquisición de sus competencias y que si se usan bien, por su estructura, potencian sea la enseñanza que el aprendizaje. Como dicen Bill Cope y Mary Kalantzizs en Aprendizaje Ubicuo, estamos frente a “un nuevo paradigma educativo que en buena parte es posible gracias a los nuevos medios digitales”. El aprendizaje se debe desarrollar y las necesidades educativas han cambiado aunque las instituciones se resistan a cambiar.
Me gustaría remitirme también a la entrada Las redes sociales en educación que, a pesar de haber sido publicada en 2008, no ha perdido actualidad, del blog Educativa de Juan José de Haro donde dice que "Las redes sociales tienen el innegable valor de acercar el aprendizaje informal y el formal. Ya que permiten al alumno expresarse por sí mismo, entablar relaciones con otros, así como atender a las exigencias propias de su educación".
“El aprendizaje es el proceso de formación de redes. Los nodos son entidades externas que podemos utilizar para formar una red. Los nodos pueden ser personas, organizaciones, bibliotecas, sitios web, libros, revistas, bases de datos, o cualquier otra fuente de información. El acto de aprender (aquí la cosa se complica) es un acto de creación de una red externa de nodos, donde conectamos y damos forma a fuentes de información y de conocimiento. El aprendizaje que ocurre en nuestras cabezas es una red interna (neurálgica). Las redes de aprendizaje pueden ser percibidas entonces como estructuras que creamos con el fin de mantenernos al día y continuamente adquirir, experimentar, crear y conectar nuevos conocimientos (externos). Y las redes de aprendizaje pueden ser percibidas como estructuras que existen en nuestras mentes (internas) en la conexión y creación de pautas de entendimiento.”
Las redes sociales digitales tal y como las ve Juan José de Haro en su entrada son el espacio idóneo para abarcar, conectar y gestionar, en el ámbito de la educación, la red externa de nodos y nuestra red interna (neurálgica) de las que habla Siemens para mejorar nuestra sabiduría digital y convertirnos en el Homo Sapiens digital que describe Prensky. La pregunta es:
¿No queremos conectar también a nuestros estudiantes para ayudarles a ampliar sus competencias?
En este contexto las TRIC (Tecnologías de la Relación, la Información y la Comunicación), término acuñado por nuestros profesores Carmen Marta Lazo y José Antonio Gabelas Barroso en sus entradas Redes Sociales y TRIC y La R de TRIC publicadas en Habitaciones de cristal, nos ayudan a definir mejor cuáles son esas competencias que necesitan nuestros estudiantes. La R de relaciones nos ofrece unas implicaciones que abarcan las tres dimensiones del individuo: la cognitiva, la emotiva y la social.
Lo cognitivo para procesar información, analizarla, argumentarla, comprenderla, y llegar a desarrollar su pensamiento crítico y visualizar nuevos enfoques que les lleve a la resolución de problemas.
Lo emotivo para implicar a, por ejemplo, su inteligencia emocional y orientar sus sentimientos y emociones a crear conexiones con sus semejantes, para que sientan empatía, para motivarlos a buscar resultados y tomar decisiones de manera creativa y ayudarlos a adaptarse a nuevas situaciones y nuevos entornos.
Lo social para comunicarse, relacionarse, socializar, compartir, interaccionar y formar nodos con otros usuarios.
Virtualmente la comunicación fluye y se expande entre los individuos como en una sinapsis cerebral, una especie de caos creativo organizado en el que van creándose conexiones entre esos nodos basadas en intereses comunes, en emociones comunes. Cada uno sigue sus propios intereses, encuentra a otros que los comparte, desarrollan empatía, crean relaciones horizontales, recíprocas, gracias a emociones compartidas y colaboran desarrollando su pensamiento computacional. Esta es nuestra misión como educadores: asomarnos a nuestros límites, superarlos y conseguir que la interacción que tiene lugar entre los jóvenes y sus pantallas en su círculo privado entre en las aulas para quedarse y que el sistema educativo se convierta en un lugar de desarrollo holístico del individuo que permita su empoderamiento.
¿No queremos conectar también a nuestros estudiantes para ayudarles a ampliar sus competencias?
En este contexto las TRIC (Tecnologías de la Relación, la Información y la Comunicación), término acuñado por nuestros profesores Carmen Marta Lazo y José Antonio Gabelas Barroso en sus entradas Redes Sociales y TRIC y La R de TRIC publicadas en Habitaciones de cristal, nos ayudan a definir mejor cuáles son esas competencias que necesitan nuestros estudiantes. La R de relaciones nos ofrece unas implicaciones que abarcan las tres dimensiones del individuo: la cognitiva, la emotiva y la social.
Lo cognitivo para procesar información, analizarla, argumentarla, comprenderla, y llegar a desarrollar su pensamiento crítico y visualizar nuevos enfoques que les lleve a la resolución de problemas.
Lo emotivo para implicar a, por ejemplo, su inteligencia emocional y orientar sus sentimientos y emociones a crear conexiones con sus semejantes, para que sientan empatía, para motivarlos a buscar resultados y tomar decisiones de manera creativa y ayudarlos a adaptarse a nuevas situaciones y nuevos entornos.
Lo social para comunicarse, relacionarse, socializar, compartir, interaccionar y formar nodos con otros usuarios.
Virtualmente la comunicación fluye y se expande entre los individuos como en una sinapsis cerebral, una especie de caos creativo organizado en el que van creándose conexiones entre esos nodos basadas en intereses comunes, en emociones comunes. Cada uno sigue sus propios intereses, encuentra a otros que los comparte, desarrollan empatía, crean relaciones horizontales, recíprocas, gracias a emociones compartidas y colaboran desarrollando su pensamiento computacional. Esta es nuestra misión como educadores: asomarnos a nuestros límites, superarlos y conseguir que la interacción que tiene lugar entre los jóvenes y sus pantallas en su círculo privado entre en las aulas para quedarse y que el sistema educativo se convierta en un lugar de desarrollo holístico del individuo que permita su empoderamiento.